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Santa María del Carmen, Patrona

Devoción en Europa

A mediados del siglo XII, un grupo de devotos de Tierra Santa procedentes de Occidente, algunos creen que venían de Italia, decidieron instalarse en el mismo valle que sus antecesores y escogieron como patrona a la Virgen María.

Haifa (Israel)
Allí construyeron la primera iglesia dedicada a Santa María del Monte Carmelo. Desde su monasterio no quisieron crear una nueva forma de culto mariano, ni tampoco, el título de la advocación, respondía a una imagen en especial.

Barbate (Cádiz)

Quisieron vivir bajo los aspectos marianos que salían reflejados en los textos evangélicos: maternidad divina, virginidad, inmaculada concepción y anunciación.

Canyada (Valencia)

Estos devotos que decidieron vivir en comunidad bajo la oración y la pobreza, fueron la cuna de la Orden de los Carmelitas, y su devoción a la Virgen permitió que naciera una nueva advocación: Nuestra Señora del Carmen.

Esquivel (Sevilla)

En España es patrona del mar y de la Armada Española.
Gontar (Albacete)

Patrona de muchos municipios y ciudades como pueden ser entre otros:

·         Almodóvar del Campo (Ciudad Real).

·         Baracaldo (Vizcaya).
·         Benalúa (Granada).
·         Beniaján (Murcia).

·         El Campello (Alicante).

·         Cangas del Narcea (Asturias)
·         Cox (Alicante).
·         Dúrcal (Granada).
·         Estepona (Málaga).

·         Gea y Truyols (Murcia).
·         Gérgal (Almería).
·         Huécija (Almería).
·         La Caleta (Málaga).
·         La Eliana (Valencia).
·         La Graciosa (Las Palmas).
·         Liétor (Albacete).
·         Las Ventas de Retamosa (Toledo).
·         Mazagón (Huelva).

·         Molinicos (Albacete).
·         Mula (Murcia).

·         Ortigosa de Cameros (La Rioja).
·         Pedroso de la Armuña, El (Salamanca).
·         Peleas de Abajo (Zamora).
·         Peñausende (Zamora).
·         Pozuelo de Calatrava (Ciudad Real).
·         Prado del Rey (Cádiz).

·         Puerto de Sagunto (Valencia).
·         Purchena (Almería).
·         Revilla de Camargo (Cantabria).
·         Rute (Córdoba).

·         San Esteban de Pravia (Principado de Asturias).
·         San Fernando (Cádiz).

·         San Pedro del Pinatar (Murcia).
·         Santo Ángel (Murcia).
·         Santurce / Santurtzi (Bizkaia).
·         Suances (Cantabria).
·         Torremolinos (Málaga).
·         Valdelaguna (Madrid).
·         Venta del Pobre (Almería).
·         Yuncler (Toledo).
·         San Ciprián /Cervo (Lugo).



Orotava (Canarias)

Devoción en América

La devoción mariana hacia la Virgen del Carmen se extendió a muchos países de América, destacando entre ellos los siguientes patronazgos:

Patrona del Ejército de los Andes, que gestó la independencia de Argentina, Chile y Perú.

Es considerada Reina y Patrona de Chile, de sus Fuerzas Armadas y de sus Carabineros.

En Perú es “Patrona del Criollismo”.

Es Patrona de los transportadores en Colombia.

En Bolivia es la Patrona de la Nación y de sus Fuerzas Armadas.

En Venezuela es la Patrona del Ejército.


Mataró

Oraciones a Ntra. Sra. del Carmen

Salve marinera

Se conoce como Salve Marinera a un fragmento de la zarzuela “El Molinero de Subiza”, compuesta en 1870, con letra de Luis de Eguílaz y música de Cristóbal Oudrid.

Dicho cántico fue popularizado en su tiempo por la Armada Española por ser el himno de ésta, mas con el paso del tiempo se terminó haciendo popular en todos los ámbitos de la mar.


Estrella de los Mares (Stella Maris) es uno de los nombres de la Virgen María, procedente de la interpretación de un pasaje del Antiguo Testamento, primer libro de los Reyes, 18:41-45.

La Salve Marinera, con letra de Mariano Méndez Vigo dice así:

¡Salve!, Estrella de los mares,
de los mares iris, de eterna ventura.
¡Salve!, ¡Oh, Fénix de hermosura!
Madre del Divino Amor.

De tu pueblo, a los pesares
tu clemencia dé consuelo.
Fervoroso llegue al cielo
y hasta Ti, y hasta Ti, nuestro clamor.

¡Salve!, ¡Salve!, Estrella de los mares.
¡Salve!, Estrella de los mares.

Sí, fervoroso llegue al cielo,
y hasta Ti, y hasta Ti, nuestro clamor.
¡Salve!, ¡Salve!, Estrella de los mares,
Estrella de los mares,

¡Salve!, ¡Salve!, ¡Salve!, ¡Salve!.

Oración

¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Vos, que miráis con ojos de particular bondad al que viste vuestro bendito Escapulario, miradme benignamente y cubridme con el manto de vuestra maternal protección.

Fortaleced mi flaqueza con vuestro poder, iluminad las tinieblas de mi entendimiento con vuestra sabiduría, aumentad en mí la fe, la esperanza y la caridad.


Adornad mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de vuestro divino Hijo y de Vos.
Asistidme en vida, consoladme cuando muera con vuestra amabilísima presencia, y presentadme a la augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto vuestro, para alabaros eternamente y bendeciros en el Paraíso. Amén.

Acción de gracias y ofrecimiento

¡Oh Virgen Santa del Carmen! Jamás podremos corresponder dignamente a los favores y gracias que nos has hecho al darnos tu Santo Escapulario.


Acepta nuestro sencillo, pero hondamente sentido, agradecimiento y, ya que nada te podemos dar que sea digno de Ti y de tus mercedes, ofrecemos nuestro corazón, con todo su amor, y toda nuestra vida, que queremos emplear en el amor y servicio de tu Hijo Señor nuestro, y en propagar tu dulce devoción, procurando que todos nuestros hermanos en la fe, con los cuales la divina Providencia nos hace convivir y relacionar, estimen y agradezcan tu gran don, vistiendo el santo Escapulario, y que todos podamos vivir y morir en tu amor y devoción. Amen.

Oración para alcanzar su amor

¡Oh Virgen del Carmen, María Santísima! Vos sois la criatura más noble, la más sublime, la más pura, más bella y más santa de todas.

¡Oh si todos os conocieran, Señora y Madre mía, si todos os amaran como Vos merecéis! Pero me consuelo porque tantas almas dichosas en el Cielo y en la tierra viven enamoradas de vuestra bondad y belleza. Y me alegro más porque Dios os ama a Vos sola más que a todos los hombres y ángeles juntos.


Reina mía amabilísima, yo, miserable pecador, también os amo, pero os amo poco en comparación de lo que Vos merecéis; quiero, pues, un amor más grande y tierno hacia Vos, y esto Vos me lo habéis de alcanzar, ya que amaros a Vos y llevar vuestro Santo Escapulario es una señal de predestinación a la gloria, y una gracia que Dios no concede sino a los que eficazmente quiere salvar.

Vos, pues, que todo lo alcanzáis de Dios, conseguidme esta gracia: que mi corazón arda en vuestro amor, conforme al afecto que Vos me mostráis; que os ame como verdadero hijo, ya que Vos me amáis con el amor más tierno de Madre, para que, uniéndome con Vos por el amor aquí en la tierra, no me separe de Vos después en la eternidad. Amén.

Oración a la beatísima Virgen del Monte Carmelo

¡Oh piadosísima Virgen! Vos, que nueve siglos antes de existir fuisteis vista en profecía por el siervo de Dios nuestro Padre San Elías, y venerada por sus hijos allá en el Carmelo...

Vos, que en carne mortal os dignasteis visitarles y les dispensasteis celestiales consuelos...


Vos, que vigiláis siempre por la virtuosa familia que tuvo por Superior a vuestro estimado hijo San Simón Stock, por Padres y reformadores a la Seráfica Virgen y mística Doctora Santa Teresa de Jesús y al esclarecido y extático San Juan de la Cruz, así como por una de sus dignísimas hijas a la ejemplar Esposa de Jesucristo Santa María Magdalena de Pazzis, vuestra devotísima sierva...

Vos, que engalanasteis a dicha Orden con la estimable prenda del Santo Escapulario.., y, en fin, Vos, que de tantas maneras habéis demostrado vuestro cariñoso amor a los carmelitas y sus allegados, recibid benévola mi corazón ardiente de fervoroso entusiasmo hacia la más pura de las criaturas y la más candorosa de las madres.

No permitáis, Señora, que el león rugiente asuste mi espíritu en el camino de la perfección, y haced que logre arribar a salvamento en la gloria, como lo habéis alcanzado de vuestro Divino Jesús para los que, invocándoos con fe e imitando vuestras virtudes, murieron píamente con vuestra enseña. Amén.

Oración de consagración

Soberana Virgen del Carmen, Madre común de todos los fieles, pero muy en especial de los que visten vuestro Santo Escapulario: alcanzadme a mi, que soy uno de vuestros privilegiados hijos, que viva castamente todos los días de mi peregrinación por este mundo, que muera bajo vuestro manto maternal, y, si Dios me destinase a expiar mis pecados en el Purgatorio, sacadme de allí cuanto antes con vuestra poderosa intercesión, cómo lo habéis prometido a todos aquellos que se adornan con el escudo e insignia de los predilectos hijos del Carmelo.


¡Oh dulcísima María! Defensa en los peligros, prenda de vuestro amor singular, y pacto de eterna alianza con vuestros hijos, llamasteis a vuestro Santo Escapulario. Que nunca, pues, se rompa este pacto por el pecado,

¡Oh Madre mía querida!; y en prueba de mi fidelidad perpetua, yo me ofrezco todo a Vos, y consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua y todo mi ser; y pues soy todo vuestro, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.

Por las almas del purgatorio

¡Virgen Santa! Durante toda mi vida habéis sido mi tierna Madre; Vos me habéis obtenido gracias sin número en todos los peligros y en todas mis penas, y Vos no me abandonaréis en la hora terrible de mi muerte.

Mas hoy os pido una gracia especial, como bondadosa consoladora de los afligidos, y es la de que tengáis piedad de las desgraciadas almas que el reato de culpas retiene cautivas en el fuego del Purgatorio.



Vos, amantísima Reina del Carmelo, me habéis permitido que os llame mi buena y dulce Madre: sedlo también de las infortunadas almas por las cuales yo suplico a vuestro corazón tan compasivo. Dejaos conmover por mis lágrimas y mis plegarias, para que los sufridos lamentos que parten de aquel lugar de tristeza y de miseria lleguen hasta Vos, y, cual piadosa medianera entre Dios y las almas que están allí detenidas, obtener su pronta liberación. Esta es la gracia que os solicito ¡Oh Madre de Dios! y que os ruego concedáis á vuestros hijos.

No dejéis de utilizar el poder que se dignó concederos vuestro Unigénito Hijo, especialmente en el día vuestro del sábado. Amén.

Oración por los enfermos

¡Amantísima Madre mía, María Santísima del Carmen! ¿A quién sino a Vos, que sois la salud de los enfermos, el consuelo de los afligidos y el amparo de los desvalidos, he de acudir en esta extrema necesidad en que me hallo? Vos bien sabéis, Madre mía, que por la divina voluntad de Dios llevo padeciendo tanto tiempo con esta penosa enfermedad, sin que hasta ahora haya podido encontrar consuelo en los médicos de la tierra; antes, al contrario, mis sufrimientos van aumentando de día en día, mientras siento agotarse mis escasas fuerzas y me va faltando la necesaria paciencia para soportarlos.

Espero de vuestro bondadoso corazón ¡Oh María! que os compadeceréis de mi, y que me otorgaréis la salud de que carezco, pues no en balde cubro mi pecho con vuestro Sagrado Escapulario, que es prenda de vuestra amorosa protección y universal medicina en las enfermedades del espíritu y del cuerpo.



En retorno de esta gracia, que no me negaréis, yo os consagro mi alma con todas sus potencias, mi cuerpo con todos sus sentidos; en una palabra, todo mi ser, para que Vos dispongáis de mí como cosa que os pertenece.

Si Dios Nuestro Señor, en sus altos juicios, no quisiere darme la salud que por vuestra mediación le imploro, porque tal vez convenga para su gloria y mi propia salvación el que yo sufra y padezca con esta enfermedad, entonces os pido, Madre mía, que me alcancéis de Su Divina Majestad la virtud de la paciencia, para que con ella pueda sobrellevar mis padecimientos con la resignación propia de un buen cristiano, y por medio de ellos purificarme por completo de todos mis pecados a fin de conseguir la gloria eterna. Amén.

Salve a Ntra. Sra. del Carmen


Salve, Virgen pura,
Salve, Virgen Madre,
Salve, Virgen bella,
Reina Virgen, Salve.

Gózate, María,
Patrona del Carmen,
con las alabanzas
que dan tus cofrades.
Tu amparo buscamos
benigno y suave,
hoy los desterrados
en aqueste valle.
Eres del Carmelo
la Pastora amable,
que tus ovejuelas
das pasto suave.
A Ti, pues, clamamos
buscando piedades:
¡Ea, pues, Señora,
no nos desampares!
Es tu Escapulario
la cadena grande
con que se aprisiona
el dragón infame.
vuelve ya a nosotros

¡Oh piadosa Madre!
tus benignos ojos,
llenos de piedades.
Pues con tu defensa
viven tus cofrades
libres de peligros
y de todos males.

Muéstranos, María,
benigno y afable,
de tu puro vientre
el fruto admirable.
Es contra el Infierno
tu poder tan grande,
que libras las almas
de eternos volcanes.

Si, por nuestras culpas,
penas a millares
merecemos todos,
tu favor nos salve.
Y, si al Purgatorio
bajan tus Cofrades,
pedimos, Señora,
que al punto los saques.

¡Oh clemente! ¡Oh pía!
¡Oh cándida ave!
¡Oh dulce María!
Salve, Salve, Salve.

Reina del Monte Carmelo, Estrella de los Mares

Desde aquellos eremitas que se establecieron en el monte Carmelo, los Carmelitas se han distinguido por su profunda devoción a la Santísima Virgen, interpretando la nube que vio el criado de Elías: 

"Sube del mar una nubecilla como la palma de la mano"


Como a los antiguos marineros, que leían las estrellas para marcar su rumbo en el océano, María como Estrella del Mar, guía por las aguas difíciles del mundo, hacia el puerto seguro que es Cristo.


Cuando Palestina fue invadida por los sarracenos, los Carmelitas tuvieron que abandonar el Monte Carmelo.


Una tarde gozosa, mientras cantaban la Salve, se les apareció la Virgen y les prometió que sería su Estrella del Mar, por la analogía de la belleza del Monte Carmelo que se alza como una estrella junto al mar Mediterráneo, dando cumplimiento a la profecía de Zacarías (7,14): 

"Aquel día se unirán al Señor muchos pueblos y se harán pueblo mío".



DOGMAS DE FE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Un dogma indica una creencia, doctrina o proposición sobre cuya verdad no se admiten dudas.

Los clásicos emplearon esta palabra para referirse en general a las afirmaciones de una persona o escuela, pero actualmente solo se utiliza para definir a los principios que una religión afirma y cuyo acatamiento exige de todos los fieles.

El primer uso registrado en este sentido se remonta al Concilio de Jerusalén, conservándose en el texto de “Hechos 16:4” donde se designan las instrucciones que el primer Concilio dirigió a los primeros cristianos.


En la denominada “Antigüedad tardía”, que comprende desde la crisis del siglo III hasta finales del VIII, en los textos que escriben los Padres de la Iglesia, el término pasó a indicar los mandatos instituidos por Jesús de Nazaret, o por los Apóstoles. Se le denomina “Patrística”.

En la escolástica, movimiento teológico y filosófico dominante del pensamiento medieval, período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV, se intentó utilizar la filosofía grecorromana clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo, distinguiendo entre dogmas divinos, enseñados directamente por Jesús, los apostólicos, enseñados por los apóstoles, y los eclesiásticos, instituidos por Concilios o Papas posteriores.

De acuerdo a la doctrina contemporánea de la Iglesia Católica Romana, un dogma es una proposición de fe o de moral revelada por Dios, transmitida por la tradición apostólica, y propuesta formalmente por la Iglesia a los fieles, sea por la autoridad papal, por un concilio o simplemente por el magisterio ordinario de la sucesión apostólica de los obispos.


La creencia en los dogmas de fe es condición indispensable para la pertenencia a la Iglesia cristiana.

Sobre María, la Iglesia pronuncia los siguientes Dogmas de Fe:

La Maternidad Divina

El dogma de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios.

Fue definido por el Concilio de Éfeso, en el año 431, siendo Papa San Clementino I (422-432).


Tiempo después, fue proclamado por otros concilios universales, como el de Calcedonia y los de Constantinopla.


La parte principal de la declaración fue dada en estos términos:

“No decimos que la naturaleza del Verbo, transformada se hizo carne; ni tampoco que se transmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; afirmamos, más bien, que el Verbo, habiendo unido consigo, según hipóstasis o persona, la carne animada del alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado Hijo del hombre, no por sola voluntad o por la sola asunción de persona. Y aunque las naturalezas sean diversas, juntándose en verdadera unión, hicieron un sólo Cristo e hijo, no porque la diferencia de naturalezas fuese suprimida por la unión, sino porque la divinidad y humanidad, por misteriosa e inefable unión en una sola persona, constituyeron un solo Jesucristo e Hijo. Porque no nació primeramente un hombre cualquiera de la Virgen María, sobre el cual descendiera después el Verbo, sino que, unido a la carne en el mismo seno materno, se dice engendrado según la carne, en cuanto que vindicó para sí como propia la generación de su carne... Por eso (los santos Padres) no dudaron en llamar Madre de Dios a la Santísima Virgen”.


El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

"Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66)

La Virginidad Perpetua

El dogma de la Virginidad Perpetua se refiere a que María fue Virgen antes, durante y perpetuamente después del parto.


En el Concilio de Letrán celebrado en el año 649 se efectuó la solemne definición dogmática de la Virginidad Perpetua de la Madre de Dios. Los Padres del Concilio compusieron el canon tercero que declaraba este dogma:

“Si alguno, de acuerdo con los Santos Padres, no confiesa que María Inmaculada es real y verdaderamente Madre de Dios y siempre Virgen, en cuanto concibió al que es Dios único y verdadero -el Verbo engendrado por Dios Padre desde toda la eternidad- en estos últimos tiempos, sin semilla humana y nacido sin corrupción de su virginidad, que permaneció intacta después de su nacimiento, sea anatema (hereje)”.

La Inmaculada Concepción

El Dogma de la Inmaculada Concepción establece que María fue concebida sin mancha de pecado original.


Fue proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.

"Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del genero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles."



La Asunción a los Cielos

El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios, luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.



Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:


"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".

Santa María del Monte Carmelo, Intercesora de las Almas del Purgatorio

El 16 de julio de 1251, la Virgen María se apareció su fervoroso servidor, San Simón Stock, y le entregó el hábito que había de ser su signo distintivo. 

Inocencio bendijo ese hábito y le otorgó varios privilegios, no sólo para los religiosos de la Orden, sino también para todos los Cofrades de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Llevando éstos el escapulario, que es la reducción del que llevan los Carmelitas, participan de todos los méritos y oraciones de la Orden y pueden esperar de la Virgen verse pronto libres del Purgatorio, si hubieran sido fieles en observar las condiciones impuestas para su uso.

Promesas de la Virgen del Carmen

A los que viven y mueren llevando el Santo Escapulario.

El Santo Escapulario es el gran don que María, omnipotente ante su Hijo Dios, toda corazón para con sus hijos, los hombres tesorera de todas las gracias, nos trajo del cielo, haciéndonos en él las más preciosas promesas que pudiéramos desear. Muy bien ha sido llamado el “Sacramento de María”. 
Dice el sabio jesuita P. Clarke que "La creencia general del mundo católico, la promulgación de la Iglesia docente, la aceptación de la Iglesia discente, o sea, los fieles, nada falta de lo que puede probar el origen sobrenatural del Escapulario".

"Su misma nobleza de origen, decía el Papa León XIII, su venerada antigüedad, su extraordinaria propagación, así como los saludables efectos de piedad por él obtenidos, y los insignes milagros obrados por su virtud, lo recomiendan con el mayor encarecimiento".

A él ha vinculado la Virgen dos maravillosas promesas:

A) - Primera promesa

Es la gran promesa, el privilegio de preservación o exención del infierno para cuantos mueren revestidos con el Escapulario Carmelitano.

Orando con fervor a la Virgen S. Simón Stock, General de la Orden Carmelitana, se le apareció la Santísima Virgen circundada de ángeles y entregándole, como prenda de su amor maternal y de ilimitado poder, el Santo Escapulario, prometiéndole que cuantos murieren revestidos de él no se condenarían.

Las palabras de la Virgen fueron éstas: "El que muriere con el Escapulario no padecerá el fuego del infierno". 

B) - Segunda promesa

Estando orando el Papa Juan XXIII, se le apareció la Virgen, vestida del hábito carmelitano, y le prometió sacar del purgatorio, el sábado después de la muerte, al que muriese con el Escapulario. María dijo al Papa: "Yo Madre de misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de la muerte, a cuantos hubieses vestido mi Escapulario". 

Tal es el privilegio Sabatino, otorgado por la Reina del Purgatorio, a favor de sus cofrades carmelitas, el Papa Juan XXII y promulgado por éste en la Bula Sabatina, con fecha de 3 de Marzo de 1322, aprobada después por más de veinte Sumos Pontífices. Por él, el Sábado siguiente a la muerte de los cofrades carmelitas, o como lo interpreta la iglesia, cuanto antes, pero especialmente el sábado, según declaración del Paulo V, la Virgen del Carmen, con cariño maternal, los libra de la cárcel expiatoria y los introduce en el Paraíso.

El Papa Paulo V expidió el 20 de enero de 1613 el siguiente Decreto:

"Permítase a los Padre Carmelitas predicar que el pueblo cristiano puede piadosamente creer que la Bienaventurada Virgen María con sus intercesiones continuas, piadosas sufragios y méritos y especial protección, ayudara después de la muerte, principalmente el sábado, día a ella dedicado, a las almas de sus cofrades que llevaren el habito carmelitano".

Condiciones para ganar estos privilegios

Para merecer la primera Promesa de la perseverancia final, se requiere haber recibido el Escapulario de manos de sacerdote, llevarlo siempre puesto, especialmente en la hora de la muerte, e inscribir el nombre en el libro de la cofradía.

Para ganar la segunda Promesa, el privilegio Sabatino, sobre los tres requisitos anteriores, se exige guardar castidad, según el propio estado, rezar siete padrenuestros, 7 avemarías y 7 glorias. 

Guardar abstinencia, si pueden hacerlo, los miércoles y los sábados. Esta obligación puede un confesor conmutarla por otros rezos.

La Santísima Virgen se apareció al Papa Juan XXII en el siglo XIV y le prometió para quienes cumplieran los requisitos de esta devoción que "como Madre de Misericordia con mis ruegos, oraciones, méritos y protección especial, les ayudaré para que, libres cuanto antes de sus penas, (...) sean trasladadas sus almas a la bienaventuranza".

Explicación de la Promesa

Muchos Papas, santos y teólogos católicos han explicado que, según esta promesa, quien tenga la devoción al escapulario y lo use, recibirá de María Santísima a la hora de la muerte, la gracia de la perseverancia en el estado de gracia, sin pecado mortal, o la gracia de la contrición, arrepentimiento. 

Por parte del devoto, el escapulario es una señal de su compromiso a vivir la vida cristiana siguiendo el ejemplo perfecto de la Virgen Santísima.

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